El mié
Empezamos bien el día.
De todas formas, aprovecho la mañana para visitar el Parc del Cinquentenaire, y allí el museo de la armada, de los pocos gratuitos en toda la ciudad, y bastante interesante.
Sin más, después de comer me dispongo a emprender el largo y tedioso viaje, para empezar hasta la estación Gare du Midi para pillar el bus al aeropuerto de Charleroi. Una vez allí, me encuentro con una maraña de gente intentando subirse a un bus que ya estaba totalmente lleno. Empiezo a asustarme. Quince minutos después llega el siguiente, al que consigo subirme in extremis (bastante gente se queda fuera, cosa bastante inaudita por lo que me contaron).
A todo y esto, con la media hora de retraso en el bus, eran las 16:00, y mi avión salía a las 18:15, cierre de puertas de embarque y facturación cuarenta minutos antes (17:35). Y si recordais la primera entrega, allí os decía que en el trayecto de bus Charleroi-Bruselas habíamos tardado algo menos de una hora, de noche y con la carretera nevada.
Pues la secuencia lógica conflictiva fue como sigue: la huelga de trenes belgas forzó a muchísimos usuarios a utilizar el transporte particular, con lo cual en una hora más o menos punta como las cuatro de la tarde el colapso tanto en la salida de Bruselas como en la autovía fue absolutamente brutal, a lo que se añadió un accidente bastante aparatoso en dicha autovía. El grado de estrés durante la primera mitad del viaje llegó a niveles patológicos, hasta que asumí que iba a perder el vuelo.
Así que al llegar al aeropuerto, a las 18:10, tras más de dos horas en ese autobús que suele tardar cuarenta minutos, no perdí tiempo ni en maldecir mi suerte y fui a colocarme en la cola delante del mostrador de Ryanair para ver cómo narices iba a volver a casa por Navidad, si a tiempo como el turrón o dos semanas tarde como los Reyes Magos.
En esos momentos mi cartera sollozaba de puro terror.
Por supuesto no soy el único en esa situación, y escucho como una de las chicas que están delante de mí en la co
Resultaron ser dos hermanas cántabras con las que compartía destino, Bea y Montse, a las que no puedo estar más agradecido.
Ya voy con suficiente retraso como para ponerme a contarlo todo con pelos y señales, así que os hago un croquis de resumen del viaje de vuelta:
- Vuelo de Charleroi a Barcelona. 100€ extra, aterrizando en la Ciudad Condal sobre las diez de la noche.
- Taxi hasta la estación de autobuses.
- Bus de Barcelona a Palencia (el directo a Bilbao-Santander llevaba varios días lleno), saliendo a eso de las once y media.
- Horas y horas ahí metido, conciliando apenas el sueño mientras se caía una hoja del calendario y era, oficialmente, 22 de diciembre, día del sorteo de Navidad.
- Desayuno en la estación de autobuses de Palencia, viendo cómo salía el Gordo y no nos tocaba. Para pagarlo tuve que exprimir la cartera cual trapo húmedo, o sea que a partir de aquí bendije repetidamente a las tarjetas de crédito.
- Bus de Palencia a Santander, otras cuatro horillas, de diez a dos.
- Despedida de Bea y Montse, las muchachas que pusieron un poco de luz en una noche que habría podido ser tediosamente tenebrosa.
- Bus de Santander al aeropuerto.
- Pagar los casi 50€ de parking.
- Coche hasta Lieres.
Y de ahí, con las vísceras emocionadas frente a semejante bolo alimenticio, para casa (versión ovetense), y a ser invitado a cenar por mi hermano, que para eso le traía un botellón de cerveza de abadía belga.
Epílogo.
A medida que iba publicando entregas de esto iba viendo como surgían reacciones diversas, en general favorables, se agradece. Probablemente se me haya quedado largo, probablemente exagerado (vale, eso fue a propósito). Pero era demasiado el cúmulo de sentimientos que me bombardeó durante esos días como para resumirlo en exceso, y como viaje irrepetible que fue, se merecía una crónica irrepetible.
Fue un viaje irrepetible, un viaje que me enseñó que el insomnio a veces es una invitación a mirar un cielo lleno de estrellas. Un viaje que, si los buenos viajes se recuerdan por los momentos memorables y las personas excelentes, tuvo mucho de ambas cosas.
Fin de la última entrega.
3 comentarios:
A mi me ha parecido muy interesante tanto la experiencia, como tu forma de contarla. Así que espero que haya más como esta.
Pues así fue el último dia Traba, lo has contao tal y como fue... hubo momentos desesperantes, agobiantes, sin saber cómo y con qué dinero podríamos regresar... pero con gracia y buen humor conseguimos llegar a la cena de navidad...
Aunque años han pasado, sigue siendo un gran relato, espero poder repetir la experiencia, con menos sobresaltos, y con la misma emoción de compartir circuito con los grandes.
Muchas gracias por tu crónica!
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