domingo, 28 de noviembre de 2010

¿Cómo se define una droga? ¿Qué la caracteriza? ¿Qué lleva de la mano inexorablemente?



Euforizante o calmante, incluso ambos a la vez. Analgésica. Potencialmente dañina. Consumidora de recursos. Adictiva.



¿No es acaso euforia lo que sentí en la fría mañana de hoy, cuando transcurrido medio circuito me vi entre los cinco primeros de la carrera de ciclocross de Las Regueras? ¿No es acaso también calma, olvido absoluto de todo lo demás, total focalización en un objetivo concreto que acarrea la desaparición al menos momentánea de todos los problemas de la vida?



¿Es acaso dolor lo que sentí cuando unos metros más adelante salí despedido de la trazada y terminé revuelto con mi bicicleta, con un completo set de herida, golpe y contusión muscular en una pierna? Sinceramente, creo que para nada.



¿No es acaso este completo set recién mencionado potencialmente dañino? ¿No lo es que avanzando un poco más comenzara el via crucis de la transmisión de mi bicicleta, que me tendría más tiempo de ahí en adelante devolviendo la cadena a su sitio y aguantando saltos y bloqueos que pedaleando a gusto, con el consiguiente desgaste psicológico absolutamente desquiciante al que fue sometida mi queridísima mente?



¿No consume acaso una cada vez mayor cantidad de recursos económicos, psicológicos, físicos, temporales, materiales y de todo lo demás la compra y el mantenimiento de material, el entrenamiento diario y la vida de deportista en general?



¿Se puede calificar acaso de alguna forma que no sea "adicción" que dentro de ocho días exactos vaya a volver a repetirse la misma historia?

domingo, 7 de noviembre de 2010

La historia de un último recurso, una balanza y una conclusión muy obvia.

Hoy me han echado en cara que tengo desatendido a mi queridísimo blog. Gran verdad. Pero bueno, hay muchos rinconcitos para hablarle al mundo de nimiedades, prefiero a veces dejar este para cosas realmente dignas de ser contadas.

Y estoy aquí ahora mismo, manteniendo a duras penas algún tipo de relación entre mi cuerpo y mi consciencia en esta tarde de domingo que llama a gritos a amodorrarse en el sofá y dejar que pase lentamente el tiempo, absorto en la pantalla del televisor y con un vacío inmenso en la mente; estoy aquí, digo, porque hoy tengo una historia digna de ser contada.

Es la historia de un último recurso, una balanza y una conclusión muy obvia.

Vamos desmenuzando:

-La historia de un último recurso: V GP de ciclocross de La Morgal. Circuito embarrado, totalmente plano. Clima delicioso: lluvia, frío, un poco de viento gélido de vez en cuando. Menos participación de la esperada, pero suficiente para medir los progresos con respecto a la carrera de San Juan de La Arena cinco semanas atrás. Salida mediocre, lento progreso hasta alcanzar posición de podio en sub 23, a pelear con un sorprendente Luismi Quince con cuatro vueltas por delante de pura adrenalina. Suficientemente contextualizado.

En ese momento recién descrito, el cambio de mi bicicleta dijo basta, justo a una centena de metros del box. Pero uno que es pobre no tiene bicicleta de repuesto... Por consiguiente, sólo quedaba un recurso, el último recurso. El de los valientes, es decir, el de los inconscientes tirando a estúpidos.

Un comentarista futbolístico cualquiera lo definiría como "apelar a la heroica". Pero queda más claro diciendo "echarle cojones y p'alante". Traducido al contexto concreto al que nos referimos: disponerse a terminar la carrera llevando yo a la bici y no viceversa, correr, que paradójicamente es primero de cobardes y luego de atletas, y sólo en última instancia (o ni siquiera eso), de ciclistas.

Afortunadamente, Jose Luis Alonso "Pepis", por alguna extraña e inexplicable razón (vamos, que no me acordé de preguntarle), ya había terminado su carrera y con la bici intacta. Su primer impulso, como buen discípulo y amigo, fue ofrecerme su montura para terminar la prueba. Y mi primer impulso, lógico que es uno, fue aceptar y correr con más ganas, ante la perspectiva de correr sólo media vuelta al circuito en lugar de las cuatro iniciales.

La historia terminó felizmente, pude mantener el 4º puesto sub 23 sin morir del todo en el intento.

-La historia de una balanza: Érase una vez una balanza propiedad de Pablo Trabadelo Vilabrille, que este usaba para todo tipo de pesajes, balances de pros y contras, bodas, bautizos y comuniones.

El domingo 7 de noviembre de 2010, a eso de las 3:30 de la tarde, comenzó el trabajo de esa balanza. Y se descompensó con el peso de los pedacitos sucios y desvalidos de un cambio Shimano. Y sobre esto, la sensación agridulce de haber tenido en la mano, por unos momentos, la llave para volver a pisar un podio en una carrera de ciclocross, por primera vez desde que abandoné la categoría junior, la eternamente odiada frustración.

Y durante un instante breve pero intenso, la oscuridad de este pensamiento casi derritió el metal indestructible de la balanza, hasta que una nueva y luminosa sensación llegó para inundarlo todo con su claridad: la satisfacción, la plena conciencia de ser uno de los héroes de pacotilla del día.

Y la balanza de los pros y los contras de Pablo Trabadelo Vilabrille fue guardada de nuevo, pues ya no era necesaria su presencia.

-La historia de una conclusión muy obvia: (paso directamente al final) Esto de entrenar funciona.