lunes, 19 de enero de 2009

Sting, dales las gracias de mi parte.

Ha terminado la temporada de ciclocross. Tras meses de preparación, el día D fue el pasado domingo, Campeonatos de España celebrados en Valladolid.

Estos son los días post D, los de las crónicas, alabanzas, felicitaciones, lamentos, reclamaciones, ánimos y demás parafernalia. Quizás nos resulte difícil terminar con algo a lo que tenemos tanto apego, decirle adiós hasta dentro de nueve meses. Aunque quizás por otro lado resulte un alivio perder de vista momentáneamente la dura y absorvente rutina del entrenamiento diario, la presencia sempiterna y machacona de la carrera del domingo bombardeando tu mente con oleadas de euforia y miedo, ansia y responsabilidad.


Como ya dije, estos días proliferan por foros y blogs crónicas de muy distinta índole. Y por lo general, no soy nombrado en ellas. Sí que puedo estar incluido en las felicitaciones colectivas a la actuación asturiana, o en los recuerdos y ánimos a los que se vieron afectados por caídas, averías y/u otras circunstancias extraneuromusculares.

No estoy nombrado porque el 44º es un puesto anónimo, y prácticamente da igual la manera en la que se llegó a él, el camino seguido, pues se presupone que casi todos los competidores han seguido caminos parecidos y han tenido días tan nefastos como lo fue el domingo para mí. Supongo que alguna especie de injusta justicia divina ha considerado que con los halagos recibidos hace sólo una semana tras el décimo puesto con remontada incluida de Itsasondo he tenido suficiente. ¡Eh, tú, injusta justicia divina! Apunta: Marcos Altur, Gonzalo Andrés, Jaume Llorens, Aitor Graña, Pablo Trabadelo, Xabier Mendiaraz, Jose Antonio Hermida, Ibai Salas, Adrián Pérez, Óscar Martínez, Alonso López, David Rodríguez... Espero verte un día cara a cara y pegarte una patada en la espinilla, seguramente el moratón tenga forma de cadena de bicicleta.

A primera vista en mi mente no cabía otro pensamiento que el de cuatro meses de entrenos para nada, las mejores piernas de mi vida tiradas por la borda. Pero la almohada, las musas y algún que otro diablillo de hombro que pasaba por allí me han metido una idea en la cabeza, un recuerdo dormido.


Es de este mismo domingo, segunda, tercera, cuarta vuelta. Quitando los extremos del circuito, donde apenas se movía un alma, no dejé de oir mi nombre. Gente y más gente animando, gritándome cuando pasaba frente a ellos. En muchos casos casi completos desconocidos, en otros ya viejos amigos. Alguno o alguna llegó incluso a correr tras mí, a perder su aliento para darme una brizna más de aire de la que alimentar mis exhaustas piernas. Me gusta y me arropa pensar que una década en el ciclismo y casi un lustro entre el barro han traido a mi vida a personas que cuando se hacen necesarias se hacen oir, que, en algún momento, a cada aliento que tomo, están mirándome.

Cause every breath you take, I'll be watching you.

O, en este caso: Every breath I take, they'll be watching me.